Entre los 0 y 6 años, los niños están en su mejor etapa para aprender rutinas: estabilidad, diversión y desarrollo integral.
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¿Sabías que entre los 0 y los 6 años tus peques están en su mejor momento para aprender rutinas? Es una etapa mágica en la que todo, absolutamente todo, se les queda pegado, desde lavarse las manos hasta ese famoso “cinco minutos más”. Es como si tuvieran un radar especial para captar lo que haces (y dices), sin necesidad de largas explicaciones dignas de un Oscar.
Desde los 2 o 3 años, desarrollan un superpoder que te sorprenderá: ¡imitar todo! Si las rutinas son parte de tu día, ellos no tardarán en seguirte. Eso sí, ten cuidado: también copiarán si te “saltas” esas mismas rutinas. Pero aquí todos ganan: tú reduces el caos del día a día, y ellos crecen más seguros y tranquilos emocionalmente.
Las rutinas no son aburridas listas de cosas por hacer; son como el primer café de la mañana para ti: imprescindibles. brindan estabilidad, reducen caos y potencian su desarrollo integral. Les dan estructura, les ayudan a saber qué esperar y les dejan concentrarse en lo que de verdad importa: jugar, aprender y crecer. Además, ¡te regalan momentos de respiro!
¿Y en vacaciones?
Con días de sol, paseos y diversión, es fácil perder la rutina. Pero no todo está perdido. Mantener ciertos horarios básicos —como la hora de dormir o las comidas— puede evitar dramas nocturnos, mañanas zombis y, sobre todo, salvaguardar tu cordura. Un poquito de estructura no apaga la magia del verano; al contrario, la hace más disfrutable.
¿Qué pasa si las rutinas desaparecen?
El descontrol puede ser real. Cambios de humor, problemas de sueño y minidramas dignos de telenovela están a la vuelta de la esquina. Camila, mamá de un niño de 4 años, lo aprendió de la manera difícil: “El verano pasado dejamos que todo fluyera y luego nos costó semanas volver a la normalidad. Nunca más”.
La clave no es ser estricta, sino encontrar ese punto medio. Las rutinas en vacaciones son como un abrazo invisible: les dan seguridad a tus hijos y tranquilidad a tu día. Y como bonus, los preparan para volver a clases felices y listos para aprender.
Así que, querida mamá (o papá), respira hondo. No se trata de seguir un horario rígido, sino de equilibrio y amor. Con un poquito de planificación, estas vacaciones pueden convertirse en el momento perfecto para disfrutar de tus peques sin perder la calma. ¡Tú puedes!