abril 2, 2025
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El apagón en Chile expuso la fragilidad eléctrica y urge una transformación resiliente y descentralizada

El apagón masivo que sacudió a Chile el 25 de febrero de 2025 dejó al descubierto una fragilidad energética que no solo paralizó al país, sino que también expuso la debilidad de nuestra infraestructura eléctrica. Millones quedaron sin electricidad, incomunicados y sumidos en una incertidumbre que trascendió lo técnico, convirtiéndose en una crisis social y política de gran envergadura.

Este evento no solo interrumpió la vida cotidiana, sino que también evidenció fallas profundas en el Sistema Eléctrico Nacional, dejando claro que Chile necesita más que soluciones temporales. Es urgente una transformación estructural.

Más allá del apagón: la fragilidad del sistema eléctrico

Cuando el país queda a oscuras, no es solo la falta de luz lo que impacta. La sensación de vulnerabilidad y desamparo se instala en la sociedad. ¿Cómo puede una falla en una línea de transmisión desencadenar un colapso de tal magnitud?

Esto revela la excesiva centralización y fragilidad de nuestro sistema de transmisión, una problemática conocida pero que rara vez recibe la atención necesaria. La desconexión en la línea Nueva Maitencillo-Nueva Pan de Azúcar, que afectó desde Arica hasta Los Lagos, demostró nuestra dependencia de una red centralizada y expuesta a fallas críticas.

Lecciones aprendidas: urgencia de resiliencia

Chile ha liderado la adopción de energías renovables, destacándose en generación solar y eólica. Sin embargo, este apagón evidenció que la generación no basta. Se requiere una infraestructura de transmisión robusta que responda a emergencias y prevenga catástrofes a gran escala.

Es imprescindible desarrollar redes inteligentes (smart grids) con almacenamiento de energía y monitoreo en tiempo real, para anticipar y mitigar fallas. Este apagón expuso nuestra falta de planificación y previsión energética, urgiendo una respuesta proactiva antes de la próxima crisis.

La vulnerabilidad de lo cotidiano: impacto social y económico

El corte eléctrico masivo paralizó la vida diaria y afectó gravemente a la economía. La falta de acceso a información, comunicaciones y servicios básicos evidenció la fuerte dependencia digital de nuestra sociedad. Sectores clave como la educación, el comercio y la seguridad pública quedaron gravemente afectados.

Las pérdidas económicas fueron significativas, afectando desde pequeños comercios hasta grandes industrias. Este suceso demuestra la vulnerabilidad económica ante fallas en el suministro eléctrico y reaviva el debate sobre políticas de contingencia ante emergencias energéticas.

Reflexión Final: Una Oportunidad para Reconstruir con Resiliencia

Este apagón debe marcar un punto de inflexión. No podemos permitir que un evento de esta magnitud se repita sin haber aprendido nada. Se requiere una transformación radical hacia un sistema eléctrico más descentralizado, moderno y resiliente.

No se trata solo de reparar las líneas afectadas, sino de replantear la infraestructura energética desde sus cimientos. Es necesario:

  • Diversificar las fuentes de energía y fomentar el autoconsumo mediante sistemas solares y almacenamiento en baterías.
  • Desarrollar redes inteligentes que aseguren la continuidad del suministro ante emergencias.
  • Impulsar la investigación en tecnologías de almacenamiento de energía.

Chile ha demostrado su capacidad de adaptación ante crisis en el pasado. Este apagón es una oportunidad para reafirmar esa resiliencia, actuando con visión de futuro y compromiso con la sustentabilidad.

Conclusión: el desafío de la resiliencia energética

El apagón masivo del 25 de febrero reveló la fragilidad de nuestra infraestructura energética, pero también nos desafía a reconstruir un sistema más sólido y adaptable. Esta crisis debe ser un catalizador para una transformación profunda que no solo prevenga futuras emergencias, sino que también lidere la transición hacia un futuro sostenible.

Chile no puede volver a quedarse a oscuras. Es momento de actuar con responsabilidad, innovación y visión de largo plazo. La resiliencia energética es uno de los mayores desafíos de nuestro tiempo, y debemos enfrentarlo con decisión y valentía.

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